Pedro A. de Alarcón
¡El sol! ¡El sol!
¡Al fin has brillado ante mis ojos, astro divino, manantial de luz, foco de la vida!
¡Cómo me alegra el alma esta corta visita que hoy haces al Spitzberg!
¡Bendito seas mil veces, rey de la Naturaleza, coronado de rayos y vestido de oro, que te anuncias al mundo con la risueña aurora y te despides con el melancólico suspiro de la tarde!
¿Qué son las estrellas sino tu brillante séquito, tu numerosa corte, que tarda una noche entera en desfilar por los cielos?